Acerca de

No somos nada, no somos nadie.
Ni mejores ni peores, sólo humanos comunes a quien no nos gusta el mundo que nos rodea.
Cuando el homo sapiens sapiens surge en la tierra, se alinea con su entorno y se comporta siguiendo sus instintos. Entonces, el fuerte domina al débil y lo somete.
Unos 100.000 años más tarde, la evolución natural ha hecho mella en nuestra naturaleza y probablemente nos ha hecho más inteligentes; sin embargo, nuestros instintos permanecen casi inalterados: el fuerte continúa sometiendo al débil, pero de manera cada vez más taimada, más ladina.
Parecía que la humanidad salía de las tinieblas y comenzaba “un nuevo orden mundial” en el plano ético-moral, pero la cruda realidad nos muestra que todo es un espejismo y que nada de lo que parece es realidad:
·     Las democracias son una ilusión, una representación teatral con actores (los gobiernos), público (los ciudadanos) y directores de escena (los que mandan de verdad).
·     Los gobiernos no son los que mandan y, por supuesto, no gobiernan para sus ciudadanos.
·     Los intereses y necesidades de los ciudadanos son sistemáticamente ignorados, así como sus desventuras.
·     Los que mandan –los que de verdad mandan- son infinitamente codiciosos, además de cobardes y asustadizos. Y, sobre todo, psicópatas compulsivos: no sienten las desgracias ajenas, por más dramáticas que sean.
·     Lloramos cuando muere la madre de Bambi, pero dormimos a pierna aunque observemos con nuestros propios ojos el horror del tercer mundo.
·     Las religiones son cualquier cosa menos mística y hermandad universal.
·     El ser humano es, en realidad, una alimaña, muy poco humana, que no respeta al resto de las especies.
·     Etc., etc., etc.
No nos gusta este mundo, no nos gusta nada…


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