Ayer fue un día importante: Elecciones presidenciales en Francia; elecciones parlamentarias en Grecia.
Los medios han otorgado más relevancia a las elecciones francesas que a las griegas. Esto no es que lo diga yo; puede comprobarse fácilmente con una regla o con el cronómetro, calculando la superficie en las portadas de la prensa escrita o el tiempo en los medios de comunicación audiovisual que dedican a cada uno de estos acontecimientos.
Y esto es no ver el bosque, sólo las ramas.
Las elecciones griegas tienen una importancia crítica, mucho más relevantes que las francesas en cuanto al futuro de Europa, esa gran chapuza.
Ese sapo a medio cocer que se llama Europa, moribunda, cuyos grandes conceptos en sus orígenes se encuentran hoy absolutamente degradados, ha permitido que Grecia llegue a esta situación insostenible.
Grecia se va a enfrentar, sin ningún género de dudas, a la toma de decisión en cuanto a su permanencia en la unión monetaria e, incluso, en la unión europea, y yo me pregunto cómo es posible que “la gran Europa” haya permitido a este país, origen de nuestra forma de vida, llegar hasta este punto.
Y no sólo por la situación en la que se encuentran los griegos -supuestos compañeros de viaje, supuestos amigos-, sino por la propia supervivencia de esta “merde” llamada Europa. La potencial salida de Grecia del euro supone, ni más ni menos, “abrir el melón” y dejar la puerta abierta a la salida de otros países y, finalmente, el fin de esta Europa, que según pasa el tiempo se vuelve más y más mezquina, más y más perversa.
Los griegos, al igual que el que suscribe, llevan tiempo preguntándose cuáles son las ventajas de pertenecer a Europa.
Yo sólo encuentro un punto a favor: la estabilidad monetaria.
Punto pelota.
Pero esto no es suficiente.
A partir de aquí, todo son inconvenientes.
Tres ejemplos:
1. La centralización del control monetario en manos del banco central europeo -institución tomada por economistas y otros burócratas alemanes- deja desguarnecidas las capacidades individuales de cada país, sin herramientas para combatir males domésticos, mientras que el bce vela por los intereses germánicos. Por poner un ejemplo relevante para los españoles, el banco central español no disponía de la herramienta “incremento del precio del dinero” con el que hace unos años hubiera podido hacer frente a la burbuja inmobiliaria. Esa herramienta ya no es española, es “europea”, y no está a nuestro alcance. Solución habilitada para España: “¡a joderse y a lidiar, tú solito, con las consecuencias!”.
2. Los préstamos a Grecia son de una perversidad infinita: el banco central europeo presta dinero a la banca privada al 1%, y luego ese mismo dinero va a parar al mercado de deuda pública griega para comprar bonos al 30%, para gran negociete y regocijo de ese colectivo de dudoso proceder y oscuros objetivos. ¿Qué sentido tiene esto?
Y pregunto por el sentido positivo, por el “espíritu europeo” de estas acciones, no por el sentido opaco, oscuro y perverso con el que se promocionan estas operaciones.
Y mientras tanto, ¿dónde se esconden los medios de desinformación? Todavía tengo que ver uno sólo de éstos que haya alzado la voz para denunciar semejante despropósito. No hasta que, sorprendentemente, el Sr. Hollande lo hizo.
3. Los medios de desinformación se refieren sistemáticamente al eje franco-alemán (Merkel-Sarkosy hasta ayer, Merkel-Hollande a futuro) con tanta naturalidad que no se dan cuenta –por increíble que parezca- de que hablar así significa institucionalizar la total pérdida de soberanía que han sufrido todos los países pertenecientes a la unión europea excepto para Alemania y, en menor medida, Francia.
Hoy la mayoría de los países entre los que se encuentra España ya no deciden por sí mismos. Decide Alemania. Entretanto, nuestros patéticos gobernantes, en un arranque de orgullo y soberbia, se esmeran en parecer que las ideas son propias y no teutónicas.
¿Europa capaz?
¿Europa operativa?
¿Europa solidaria?
¿Europa soberana?
¿Europa unida?
¿Europa, espiritualmente grande?
Esta no es la Europa que se diseñó en sus inicios. Aquella Europa la han ido degradando hasta convertirla en la gran chapuza que es hoy, esa Europa inoperante y podrida, insolvente e insolidaria, que apesta.
¡Y este es el bosque!
La total ausencia de esperanza que me transmite la exquisita mediocridad general me provoca el fuerte deseo de que Grecia rechace a Europa y la abandone, y abra el camino para que los demás la sigamos.
Y no es que yo no crea en Europa.
Yo no creo en "esta" Europa, patética y decadente.
¡Qué pena, que oportunidad desperdiciada!
abap