martes, 15 de diciembre de 2015

Lo tenemos delante



Lo tenemos delante, pero parece que cuesta verlo.
Es un hecho: los españoles queremos un cambio en las cosas de la política, y España necesita ese cambio tanto como el aire que respira.
Ya no nos seduce la vieja guardia, aunque es verdad que todavía muchos españoles confían en ellos; pero hemos cambiado, la todavía severa crisis nos ha cambiado, y nuestro corazón ha sido tomado por los que se ha dado en llamar “los partidos emergentes”.
Dicho de otra manera, queremos otra forma de políticos, y otra forma de hacer política.
La cuestión es ¿van a llegar al poder las nuevas formas, vamos a poder ver ese cambio tan deseado?
Pero lo que hace unos meses era un sueño, una quimera, hoy está al alcance de la mano.
Ciudadanos se mantiene firme en su posición de no pactar con el PP, y la sombra de un entendimiento entre el PP y el PSOE se cierne sobre el resultado de las votaciones, de la misma manera que acaban de aliarse en Francia contra el enemigo común: el Frente Nacional de ultraderecha de Marine Le Pen.
Ayer, 14 de diciembre, se celebró un debate televisivo entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, y el resultado del mismo ha sido tan contundente como enormemente negativo para ambos: “España no quiere eso, no queremos a ninguno de los dos”.
A pesar de todo, el PP se mantiene liderando las encuestas de intención de voto, pero muy lejos de una mayoría absoluta. Y aunque esa primera posición en las encuestas no  garantiza una victoria, todo indica que serán los llamados a formar gobierno. Bueno… a intentarlo…
Tienen a favor que la unión de los opositores parece complicada, sea cual sea la combinación, pero hay algo, quizás puntual del momento que vivimos (y que acaso mañana sea de otra manera), que ha cambiado: la línea que divide el espectro político ya no separa las izquierdas de las derechas, sino que separa lo nuevo de lo viejo. No hay más que ver la cordialidad que se dispensan Albert y Pablo cuando coinciden, a pesar de todas las diferencias ideológicas que les separan.
La visión tradicional enfrentaría a PP y a Ciudadanos (derechas), contra PSOE y Podemos (izquierdas). Pero la realidad es que Albert y Pablo, a pesar de que difieren –y mucho- en cuanto a sus planteamientos, son capaces de entenderse; mucho mejor que con cualquiera de los otros (los otros dos se han quedado en tierra de nadie, y ya ni siquiera se entienden entre ellos).
Y aquí aparece un rayo de luz.
No, no un rayo de luz, sino un enorme chorro de luz. Algo que, aparentemente, no han contemplado los actores de esta obra.
Es, “simplemente”, una cuestión de imaginación, inteligencia, y coraje.
Como todo.
¿No estamos VERDADERAMENTE ante una nueva forma de hacer política? (o acaso esas sanas intenciones no son sinceras…).
Pues es que esa luz proviene, precisamente, de esa supuesta "otra manera" de entender la política.
El programa de Ciudadanos y el de Podemos parecen diferir en muchas cosas; Podemos propone desde posiciones –supuestamente- de izquierdas, y Ciudadanos desde posiciones –supuestamente- de derechas.
Pero, curiosamente, sus programas tienen muchos puntos en común: la instauración de una nueva ética en la política, la inutilidad del Senado, la inutilidad de las Diputaciones Provinciales, la despolitización del Poder Judicial, la revisión del Concordato, el fomento de las energías alternativas, el plan contra el fraude fiscal, la reforma de RTVE, la rebaja del IVA cultural, la reelaboración del Plan de Dependencia, etc., etc., etc.
Efectivamente, la lista de diferencias es mucho más extensa pero, en cualquier caso, tienen muchas propuestas comunes.
Si investigamos en los programas de estas dos formaciones y extraemos aquellas medidas comunes a ambos nos encontramos, de manera sorprendente (no es tan sorprendente, pero ese es otro debate), con un montón de medidas en ambos programas que, si no son las mismas, se acercan muchísimo.
Además, muchas de esas medidas son de gran calado y muy transformadoras.
Y, entonces… ¿por qué no nos ponemos de acuerdo y transformamos España?
¿Por qué no ponemos en valor todo ese importantísimo paquete de medidas compartidas?
Ojo, estamos hablando de “transformar España”, que no es cualquier cosa.
La solución es obvia:
1.    Ciudadanos y Podemos debe llegar a un acuerdo para identificar y comprometerse a sacar adelante ese enorme conjunto de medidas que, sin duda, van a transformar el país.
2.    El que saque más votos, ¡gobierna a su criterio!
3.    El otro, defensa a muerte con el primero, permitiéndole gobernar durante toda la legislatura y defendiéndole en los Presupuestos, en las Mociones de censura, etc., con la condición, exclusivamente, de que ejecute el paquete de medidas transformadoras.
En el resto la gobernanza, que haga lo que considere más oportuno.
¿Quién gana?  El país y los ciudadanos. Obviamente.
¿Quién pierde?  Si descontamos a la vieja guardia, no pierde nadie, todos ganan. España gana.
Es cierto que uno de ellos -el más votado- va a gobernar con sus propias y particulares ideas, pero eso lo iba a hacer, de cualquier manera, uno de esos partidos, y partimos de la premisa de que, en ningún caso, entrarían en coalición de gobierno por mera incompatibilidad de criterios.
Y además, si VERDADERAMENTE estamos hablando de “otra manera de hacer las cosas”, no estaría de más que el partido ganador, antes de imponer su criterio con el clásico “rodillo”, consultara con sus socios.
Porque se han puesto de acuerdo y son socios en un gran proyecto común que se llama España… ¿o no?
 
abap
 

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Podemos. Crónica de un fracaso anunciado

 



Desgraciadamente, se va a perder una de las mejores oportunidades que la ciudadanía ha tenido en las últimas décadas para mejorar eso que llamamos “Estado” y que, desde hace un par de décadas, y de manera clandestina, está siendo transformado en un circo: fiesta y distracción para los más, y un botín irrenunciable para los menos. Y que me perdone el mundo circense por asimilarles a los ladrones psicópatas que nos están engañando para robarnos todo lo que pueden, y que quieren seguir robándonos más. Más todavía…
Podemos asomó por sorpresa y, de manera inmediata, se convirtió en el esperado Mesías, el salvador de la ciudadanía, el campeón de la justicia, el látigo de los malos. Cuando todo parecía perdido apareció la llama de la esperanza en forma de un discurso que hablaba alto y claro, denunciaba el saqueo al estado, y proyectaba la esperanza de un estado por y para los ciudadanos.
El statu quo, confiado, no sólo tardó en reaccionar sino que lo hizo –y todavía lo hace- rematadamente mal. El argumentario sigue siendo torpe, y los voceros que pone en primera línea en los medios de comunicación se muestran igualmente torpes e incapaces en sus intervenciones. El statu quo fue cogido por sorpresa, no se esperaba semejante apoyo popular a los indeseables antisistema nacidos el 15-M. Y no están preparados ni para combatir los argumentos sólidos de Podemos, ni para defender los desmanes de su avaricia.
Tras su irrupción en el sorprendido mundo político, Podemos inicia un “rally alcista” que los malos no solamente son incapaces de parar sino que, sorprendentemente, todos los intentos en esa dirección no hacen sino alimentar a la bestia.
Y, sin embargo, unos pocos meses más tarde, el globo parece deshincharse.
Pero no por los aciertos de los malos, sino por los errores y las limitaciones de los líderes de esta rebelión ciudadana.
La realidad es que los protagonistas de Podemos está siendo incapaces de conectar con los votantes naturales que deberían llevarles a los cielos, y las encuestas no hacen sino confirmar su descenso hacia el desgraciado anonimato.
Y dada la trascendencia que va a tener para esta formación política -y para la ciudadanía- las consecuencias de esa incapacidad para aprovechar su momento, la que va a ser su primera y única oportunidad para hacer algo “por la patria”, queremos hacer un breve análisis de los motivos o, mejor dicho, de los errores que han cometido y se siguen cometiendo desde esa formación:
 
1.   No son capaces de superar la etapa “crítica”.
Cuando Podemos irrumpe lo hace con una crítica dirigida a la clase política, “la casta”. El discurso es brillante, los argumentos incontestables, y la aceptación del discurso entre la ciudadanía descontenta es general.
Podemos “arrasa”.
Sin embargo, meses más tarde el discurso no cambia, y las críticas a la clase política cansan por recurrentes (no por injustas, inconvenientes, o poco convincentes).
Y es que para gobernar hay que hacer propuestas. No se gobierna desde la crítica, sino desde la inteligencia, la creatividad y el coraje.
Al menos, eso es lo que se espera -o esperaba- de Podemos.
Una vez completada “la fase crítica”, su presentación en sociedad, se esperaba el comienzo de “la etapa de la construcción”, en la que Podemos debía dar la gran lección magistral de buen gobierno: de enfrentamiento inteligente a la avariciosa élite económica, de presentación de propuestas innovadoras capaces de transformar la sociedad española, de otorgar –por primera vez en la historia- el poder a la ciudadanía, de hacer partícipe al ciudadano en las decisiones del estado, y de desarrollar el país de manera inteligente. Se esperaba, en resumen, las propuestas de Podemos para crear una sociedad modélica en el panorama internacional (bueno… a ver… todo esto si se lo permitieran, claro, y mucho me temo que los malos no estarían por la labor; para los incrédulos, véase los casos cubano, chileno, venezolano, boliviano, ecuatoriano, etc., etc., etc.).
Pero Podemos “se quema” con las críticas, y las propuestas son escasas, confusas y, en ocasiones, contradictorias. Podemos no se esfuerza por presentar y defender sus propuestas. ¿Es que acaso no las tiene?  ¿Es Podemos una opción seria y real de gobierno?
Ellos siguen con la crítica a la actual clase política, no remontan, y no parece ser su estrategia el mostrarse como potenciales gobernantes sólidos.
¿No es increíble semejante torpeza?
Y así comienza la desconfianza de los ciudadanos hacia la capacidad de gobierno de Podemos, y su consecuente caída en las encuestas que miden la intención de voto ciudadana en las próximas elecciones generales.
Y es que una cosa es criticar desde las aulas, y otra bien distinta es sentarse en La Moncloa.
 
 
2.   Tienen serios problemas de comunicación
 
¿Sorprende esta afirmación? (referida a los supuestos campeones de la comunicación).
No debería. Porque una cosa es el mejor o peor manejo de las técnicas y herramientas para acceder a las denominadas “redes sociales”, y otra cosa bien distinta es el contenido del mensaje.
Al principio todo fue bien, y el mensaje -las críticas- llegaba y calaba en el ciudadano.
Pero hay cosas que no van bien y surge la duda de que, incluso, las estén contemplando: 
-          ¿Acaso todos sus potenciales votantes están involucrados en las redes sociales? ¿O es que sólo pretenden el voto de las nuevas generaciones? ¿Quieren así acceder a La Moncloa?
-          Sus manifestaciones son, con frecuencia, contundentes y argumentadas; pero también dejan un poso de prepotencia (lógico y normal, porque su grado de preparación es muy superior al de la gran mayoría de sus oponentes) que se rechaza y aleja a muchos potenciales votantes.
-         Pablo Iglesias sigue empeñado en aparecer “chistoso” en sus comparecencias públicas, pero él no es Monedero. Él es Pablo, y entre sus virtudes no está la gracia. Ni falta que le hace.
-          Pablo sigue frunciendo el ceño, chasqueando la lengua, empeñado en sus recurrentes críticas, utilizando el mismo tono irónico, y manteniendo las distancias intelectuales.
-          Son un círculo autosuficiente, cerrado, e inasequible. Al menos eso es lo que transmiten. Son un grupo de amigos que, fundamentalmente, se conocieron en el entorno universitario, y que se saben capaces. Y ese grupo parece que “se reserva el derecho de admisión”.
Pablo, Juan Carlos, Iñigo, Carolina, el otro Pablo, Rafa, Miguel, Teresa… y poco más. Son un grupo compacto, pero también impermeable.
¿Y la participación de los demás? ¿O es que esa participación es sólo “cuando toca”?
¡Ah!, ¿Qué eso no es así? Bueno, en el mejor de los casos, no se trata de lo que es, sino de lo que parece.
 
3.   Son una élite intelectual
Se muestran como un selecto grupo de intelectuales que llevan muy a gala su calidad de docentes en la universidad.
Todo indica que Podemos conecta perfectamente con “la intelectualidad”, pero no con quien debería ser su “target”, el que le ha de llevar a gobernar España: el ciudadano de a pie. El mensaje de Podemos, el argumentario, no es fácil de asimilar por personas que no posean una formación y una capacidad de reflexión mínima, lo que no deja claro si están identificando correctamente a sus potenciales votantes.
Y, sin embargo, la torpe y cutre argumentación de “la casta” parece que sí conecta con la ciudadanía y, por incomprensible que parezca, suben en intención de voto. Todo indica que la genial idea “Hacemos lo que tenemos que hacer” arrasa en las entendederas de la ciudadanía, y este pequeño detalle se le está escapando a Podemos, que no es capaz de ver e interpretar este absurdo –pero real- fenómeno.
Mientras Podemos no conecte con el ciudadano sencillo, no tendrá la más mínima opción.
 
 
4.   El asunto IU

Por más que la historia de IU y sus mediocres resultados históricos (a lo que hay que sumar el preocupante resultado obtenido, al contrario que Podemos, en las últimas elecciones europeas) legitime la estrategia de Podemos con respecto a IU, la actitud mostrada hacia la izquierda tradicional no ha sido ni generosa, ni justa, ni adecuada. La prepotencia mostrada por Pablo Iglesias y por Podemos en general en una no-existente negociación con esta formación política, le pasará factura a Podemos tarde o temprano.
Ni IU ni Alberto Garzón se merecían semejante desplante.
Y está por ver (o quizás, desgraciadamente, ya se esté viendo…) que la estrategia seguida por Podemos haya sido la adecuada.
Es imposible luchar con una derecha unida desde una izquierda fragmentada, cuando no enfrentada.
Independientemente de que IU obtenga lo que ha cultivado durante los años de su existencia, su honestidad no merece el tratamiento que le ha deparado Podemos, quien ha perdido una magnífica oportunidad de unir a una gran parte de izquierda, y poder asediar la supuesta “izquierdidad” del PSOE.
Y si la estrategia de Podemos es esperar la caída de IU como fruta madura, es mejor que se siente a esperar y no descarte que en un futuro no muy lejano IU le ponga el intermitente y le pase por la izquierda.
Pero esto no está en los cálculos de Podemos. ¿A que no?
 
5.   El funcionamiento interno de Podemos
Podemos es un movimiento asambleísta y participativo.
Suena bien.
Pero… ¿cuál es la realidad de esta forma de funcionamiento?
No quiero entrar en la dificultad o imposibilidad de construir algo entre muchos.
La idea de que entre miles de personas se redacta un texto suena a música celestial.
El hecho es que el grupo que actualmente lidera Podemos ha recibido severas críticas internas por una supuesta falta de funcionamiento democrático.
Tampoco quiero entrar en qué es el “funcionamiento democrático”, pero la credibilidad del actual funcionamiento interno de Podemos es, cuanto menos, cuestionable.
Posiblemente, los  procedimientos de trabajo de los partidos tradicionales sean muy mejorables, pero no consigo ver una infraestructura política cohesionada y consistente a través del funcionamiento independiente de los círculos de Podemos. Se fundamenta en la buena voluntad, en eso que no se cansan de llamar –y ya aburre un poquito- “el ADN de Podemos”. Y eso -lo siento, señores- no es garantía de nada.
Si esto no cambia, no habrá un Podemos, sino cientos de Podemos.
Y en las próximas elecciones municipales, la cúpula de Podemos seguirá sin atreverse a presentarse a dichos comicios porque ni ellos mismos creen en la coherencia de su “infraestructura”.
¿Por qué, si no, han descartado presentarse en las últimas elecciones municipales?
¿Quién se atreve a confiar en la coherencia de una candidatura de un círculo de Podemos en cualquier rincón de España, en total desconexión jerárquica, ni siquiera informativa, con la cúpula del partido?
Es posible que Podemos no tenga la necesidad de defenderse, al contrario que otros partidos, de un supuesto nepotismo institucional, pero no parecen estar a salvo del asalto, en cada uno de sus círculos, por parte de buscavidas que ven en la política una buena manera de lucrarse. Y lo saben.
En 2015 decidieron meter la cabeza debajo del ala y decidieron renunciar a presentarse a las elecciones municipales con la “marca Podemos”.
Ellos mismos renunciaron y dieron instrucciones a los círculos para que no se presentaran a los comicios con la marca Podemos.
Pero la argumentación para tal decisión no encaraba el problema de la independencia de los círculos y su imposible confiabilidad para presentarse con la etiqueta Podemos.
Y mientras esto no se encare, será imposible que Podemos presente las actuales 8.122 posibles candidaturas, una por cada municipio existente en este país, con un mínimo de garantía.
Dado que Podemos se constituyó unos pocos meses antes de esos comicios, se aceptó –a regañadientes- que no se presentarían en las últimas elecciones pero… ¿qué van a hacer en las próximas dentro de cuatro años?
Una nueva renuncia a presentarse a las elecciones probablemente significaría el fin de Podemos como opción política real.
Pero… ¿es posible/factible confiar en que las 8.122 candidaturas, supuestamente independientes, sean respaldadas por la marca Podemos y se comporten como tal?
De momento la dirección –ya no sé cómo llamarla- de Podemos no está encarando este asunto que, tarde o temprano, tendrán que abordar.
La independencia de los círculos y la ausencia de dependencia jerárquica con una especie de comité central ejecutivo suena bien, pero está por ver si eso es una opción real.
Lo que no es aceptable, en ningún caso, es una nueva renuncia de “la marca Podemos” a las próximas elecciones municipales.
 
6.   El incomprensible “escaparate” madrileño
Este asunto es el que me resulta más incomprensible de todos, en el que han demostrado, si no ceguera política, sí al menos una miopía que genera enormes dudas en cuanto a sus capacidades de gobierno y de lidiar con problemas complejos y que, a mi juicio, es una de las principales razones del descenso de Podemos en la intención de voto entre la ciudadanía.
El caso es que una vez obtenido un magnífico resultado en las elecciones municipales, y que una negociación con el PSOE les otorga el gobierno del Ayuntamiento de Madrid, a meses vista de las elecciones generales, y ante la fabulosa oportunidad de configurar el gobierno del municipio madrileño (que no es cualquier municipio) y mostrar y hacer un alarde ante los electores de las capacidades reales de gobierno de Podemos (inciertas para algunos, dudosas para otros), teniendo la oportunidad de demostrar que tienen una plantilla poderosa capaz de jugar en primera división... de manera incomprensible… configuran un gobierno en el que alguno de sus miembros son, cuanto menos, cuestionables, con escasa –o nula en muchos casos- experiencia en la gestión de nada, y algunos de ellos “sospechosos” de un pasado okupa.
No es que ser okupa sea algo necesariamente malo, ni que ser inexperto invalida a las personas. No, no es eso.
Es que estamos hablando de Política (con mayúsculas) y de expectativas, tanto ciudadanas como institucionales, y a estas alturas Podemos ya debería saber que juega con hándicap, que va a ser investigado con lupa, y que no puede cometer errores. No es por cuestionar la valía de esas personas sino que, al menos, debería evitar cualquier atisbo de duda y la correspondiente y segura crítica de las acechantes e indignas plumas de los medios de des-información, siempre al servicio del statu quo.
El caso es que la configuración de ese gobierno ha generado una enorme desconfianza entre el electorado en cuanto a la decisión de otorgar a Podemos la confianza de gobernar este país.
La estrategia de Podemos en esta cuestión no sólo resulta incomprensible, sino que deja un poso de inexperiencia – ¿o de provocación?- que obliga a reflexionar al más acérrimo y ferviente creyente.
¿Todavía no se han enterado de a qué están jugando?
¿Acaso creen que están representando una teleserie?
 
A modo de resumen, Podemos está cometiendo demasiados errores, algunos de ellos básicos, y la principal consecuencia es la desconfianza de la ciudadanía y la más que probable pérdida de la que va a ser su primera y única oportunidad de hacer algo grande.
Si no lo consiguen en Noviembre en las próximas elecciones generales, ya no habrá más oportunidades.

Y deberían reflexionar en muchos aspectos, pero entre todos ellos destaca uno: el estúpido y simplón eslogan “Hacemos lo que tenemos que hacer” del muy mediocre Mariano les está machacando, y eso merece una reflexión y una autocrítica muy importante.

 

abap

 

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