De manera recurrente y desde hace siglos, la derecha
española se ha venido comportando de manera torpe y patosa al abordar asuntos
que requieren mano izquierda, temple y, finalmente, una alta dosis de
sensibilidad, inteligencia, y buen hacer.
No creo que sea una cuestión hormonal (“la hormona
de la derecha”), o de que la izquierda es más inteligente que la derecha.
Las razones de este comportamiento, con frecuencia
inapropiado y casi siempre poco eficaz, habría que buscarlo en otras fuentes.
¿Quizás en la connivencia con el poder económico, o en el rol que juegan de
representación de ese poder?
¿Y ese poder al que están sometidos acaso sea el que
les otorga esa dosis de arrogancia y falsa seguridad con la que actúan?
Pero quizás esa misma sensación de seguridad es la
que provoca que estos señores aborden ciertos asuntos delicados como un
elefante en una cacharrería.
Los últimos acontecimientos en el panorama socio-político
español vienen a demostrar, una vez más, y de manera extraordinariamente
tozuda, la falta de inteligencia y sensibilidad de la derecha en sus
actuaciones. Esta “derechona” nuestra que, para desgracia del resto de conciudadanos,
toca sufrir desde hace ya siglos.
Un ejemplo representativo de la incapacidad de la
derecha y, en general de todo el arco político español, es el caso del independentismo
catalán, que es el primero en atreverse a desafiar en campo abierto al estado
español.
Si tuviera que resumirlo en una frase, yo diría que
este asunto, simplemente, les viene grande.
No hay nivel.
Una vez más, solo han utilizado sus dos argumentos
eternos: el miedo y el “¡Te jodes!”.
El miedo, porque han repetido insistentemente a los
catalanes que les va a ir muy mal si abandonan “España”, argumento bastante
dudoso a juzgar por la actual situación de este estado. Y por no hablar de la
talla -talla S- de los dirigentes del actual gobierno.
Y el “¡Te jodes!”, argumento de sistemática
utilización por la derecha española como gran receta para nunca resolver los ya
longevos sentimientos separatistas.
Esta vez en forma de: “Si publicas el decreto de convocatoria
de consulta popular, lo vamos a recurrir en el tribunal constitucional”.
Y así lo han hecho los unos, y así lo han hecho los
otros.
En otras palabras, la derecha le ha dicho a los
catalanes: “Me importa un huevo lo que penséis”.
¡Viva la democracia!
Y es que esta derecha es extremadamente incapaz.
Incapaz de sentir la más mínima empatía por esas
otras “naciones” (o nacionalidades, o autonomías, o como quieran llamarles),
por esos ciudadanos, vecinos, que acertada o equivocadamente quieren decidir su
futuro (¡ah no, ni hablar!).
Incapaz de dialogar e intentar buscar puntos de
encuentro. Y no sólo eso, sino que, encima, niegan esa posibilidad: ¡la constitución
no se toca! (“sólo cuando a mí me interesa”, les ha faltado decir).
Incapaz de esgrimir mejores razones y soluciones que
su argumento principal: ¡Te jodes!
Incapaz de visitar a sus vecinos e intentar
convencerles de manera honesta (y no por las vía de recursos “constitucionales”,
decretos, y demás herramientas del estado “democrático”) para que no nos abandonen,
para que se queden a construir un destino común. Por su bien y el de todos.
Incapaces de esgrimir argumentos sólidos y honestos
para mantener la unión, más allá de razonamientos pueriles, masculinos (“a
cojones”), frustrantes (“putos españoles”) y, sobre todo, de muy escasa
credibilidad.
Incapaces de evitar una fractura entre los
ciudadanos independentistas y los ciudadanos españolistas. Y no sólo eso sino
todo lo contrario; en mi opinión, han provocado un sentimiento peligrosamente
cercano al odio entre estos dos colectivos, y cuando escucho la opinión de los
españolistas con respecto a los independentistas, no dejo de preguntarme:
“Pero, si no les quieren… ¿por qué no les dejan que se vayan tranquilamente?”.
¿Será por “la pela”? ¿O será por el
síndrome de “novia despechada”?
Su actual líder –por llamarle de alguna manera- es
incapaz de aterrizar y dar la cara a los catalanes en Cataluña. Prefiere dar la
batalla en Madrid, en el tribunal constitucional, convencido de que la victoria
es suya y no dispuesto a mover un dedo más allá de lo estrictamente necesario.
Y, por supuesto, manteniendo la herida abierta o, quizás, ya emponzoñada para
siempre. ¿Acaso no se atreve? ¿Acaso padece de fobia social? ¿O acaso,
simplemente, es que es incapaz?
Incapaces, finalmente, de afrontar de manera
apropiada e inteligente un reto que, desgraciadamente, les queda muuuuy grande.
abap
(Se
me olvidaba: #niPPniPSOE)