martes, 30 de septiembre de 2014

Independentismo e incapacidad


 
 
De manera recurrente y desde hace siglos, la derecha española se ha venido comportando de manera torpe y patosa al abordar asuntos que requieren mano izquierda, temple y, finalmente, una alta dosis de sensibilidad, inteligencia, y buen hacer.
No creo que sea una cuestión hormonal (“la hormona de la derecha”), o de que la izquierda es más inteligente que la derecha.
Las razones de este comportamiento, con frecuencia inapropiado y casi siempre poco eficaz, habría que buscarlo en otras fuentes. ¿Quizás en la connivencia con el poder económico, o en el rol que juegan de representación de ese poder?
¿Y ese poder al que están sometidos acaso sea el que les otorga esa dosis de arrogancia y falsa seguridad con la que actúan?
Pero quizás esa misma sensación de seguridad es la que provoca que estos señores aborden ciertos asuntos delicados como un elefante en una cacharrería.
Los últimos acontecimientos en el panorama socio-político español vienen a demostrar, una vez más, y de manera extraordinariamente tozuda, la falta de inteligencia y sensibilidad de la derecha en sus actuaciones. Esta “derechona” nuestra que, para desgracia del resto de conciudadanos, toca sufrir desde hace ya siglos.
Un ejemplo representativo de la incapacidad de la derecha y, en general de todo el arco político español, es el caso del independentismo catalán, que es el primero en atreverse a desafiar en campo abierto al estado español.
Si tuviera que resumirlo en una frase, yo diría que este asunto, simplemente, les viene grande.
No hay nivel.
Una vez más, solo han utilizado sus dos argumentos eternos: el miedo y el “¡Te jodes!”.
El miedo, porque han repetido insistentemente a los catalanes que les va a ir muy mal si abandonan “España”, argumento bastante dudoso a juzgar por la actual situación de este estado. Y por no hablar de la talla -talla S- de los dirigentes del actual gobierno.
Y el “¡Te jodes!”, argumento de sistemática utilización por la derecha española como gran receta para nunca resolver los ya longevos sentimientos separatistas.
Esta vez en forma de: “Si publicas el decreto de convocatoria de consulta popular, lo vamos a recurrir en el tribunal constitucional”.
Y así lo han hecho los unos, y así lo han hecho los otros.
En otras palabras, la derecha le ha dicho a los catalanes: “Me importa un huevo lo que penséis”.
¡Viva la democracia!
Y es que esta derecha es extremadamente incapaz.
Incapaz de sentir la más mínima empatía por esas otras “naciones” (o nacionalidades, o autonomías, o como quieran llamarles), por esos ciudadanos, vecinos, que acertada o equivocadamente quieren decidir su futuro (¡ah no, ni hablar!).
Incapaz de dialogar e intentar buscar puntos de encuentro. Y no sólo eso, sino que, encima, niegan esa posibilidad: ¡la constitución no se toca! (“sólo cuando a mí me interesa”, les ha faltado decir).
Incapaz de esgrimir mejores razones y soluciones que su argumento principal: ¡Te jodes!
Incapaz de visitar a sus vecinos e intentar convencerles de manera honesta (y no por las vía de recursos “constitucionales”, decretos, y demás herramientas del estado “democrático”) para que no nos abandonen, para que se queden a construir un destino común. Por su bien y el de todos.
Incapaces de esgrimir argumentos sólidos y honestos para mantener la unión, más allá de razonamientos pueriles, masculinos (“a cojones”), frustrantes (“putos españoles”) y, sobre todo, de muy escasa credibilidad.
Incapaces de evitar una fractura entre los ciudadanos independentistas y los ciudadanos españolistas. Y no sólo eso sino todo lo contrario; en mi opinión, han provocado un sentimiento peligrosamente cercano al odio entre estos dos colectivos, y cuando escucho la opinión de los españolistas con respecto a los independentistas, no dejo de preguntarme: “Pero, si no les quieren… ¿por qué no les dejan que se vayan tranquilamente?”. ¿Será por “la pela”?  ¿O será por el síndrome de “novia despechada”?
Su actual líder –por llamarle de alguna manera- es incapaz de aterrizar y dar la cara a los catalanes en Cataluña. Prefiere dar la batalla en Madrid, en el tribunal constitucional, convencido de que la victoria es suya y no dispuesto a mover un dedo más allá de lo estrictamente necesario. Y, por supuesto, manteniendo la herida abierta o, quizás, ya emponzoñada para siempre. ¿Acaso no se atreve? ¿Acaso padece de fobia social? ¿O acaso, simplemente, es que es incapaz?
Incapaces, finalmente, de afrontar de manera apropiada e inteligente un reto que, desgraciadamente, les queda muuuuy grande.
 
abap
(Se me olvidaba: #niPPniPSOE)
 

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