A
un par de días de las elecciones europeas, los partidos que durante los últimos
años han estado recibiendo la gran mayoría de los votos de los ciudadanos están
al borde de la quiebra en favor de los partidos que alzan su voz contra la
actual realidad socio-económica y, especialmente, los partidos antieuropeos, los
“euroescépticos”. Y en este grupo de partidos encontramos un
amplio espectro de signos políticos, desde la ultraderecha a los liberales.
Partidos
como los franceses Frente Nacional, los británicos UKIP, los holandeses Partido
por la libertad, o los austríacos FPÖ, están ganando posiciones de manera
dramática en las encuestas de intención de voto, cuando no se sitúan al frente
de las mismas.
Y
hay ejemplos semejantes en otros países europeos como Hungría, Grecia, Suecia,
Dinamarca, Finlandia, Eslovaquia, Bélgica, Italia, Rumanía y Bulgaria.
Su
ideología es diversa: unos son ultraderechistas, otros son antisemitas, homófobos,
islamófobos, y otros son, simplemente, liberales. Pero lo que es indudable es
que todos ellos están ascendiendo en intención de voto en estos comicios
europeos.
Pronto
veremos el resultado final de los comicios pero, ocurra lo que ocurra, no se pueden
pasar por alto estos hechos, y se debería hacer una reflexión profunda acerca
de las causas que están produciendo este movimiento, más o menos radical según
los casos, en prácticamente toda Europa.
Los
motivos por los que esto se está produciendo ya los hemos avanzado en el post
anterior cuando hablábamos del Frente Nacional francés, pero conviene
repasarlos y profundizar algo más en ellos.
En
primer lugar, a estas alturas ya debería ser claro para todos que los
ciudadanos europeos no sólo están insatisfechos sino que están muy defraudados con
la clase política y con las decisiones tomadas por estos al margen de su
electorado y, con mayor delito como en el caso español, al margen del programa
que el partido actualmente en el gobierno presentó y prometió a sus votantes.
Una
clase política que, en la gran mayoría de los países europeos, son sospechosos
y/o están imputados en casos de corrupción.
Una
clase política que ha sido comprada e instrumentalizada por el gran poder para
perpetrar acciones que en ningún caso están dirigidas al bienestar de los
ciudadanos sino que son sospechosas de favorecer intereses perversos. Acciones
soportadas por mentiras y falacias bien argumentadas pero, finalmente, inaceptables
para los ciudadanos.
Una
clase política que ha desplegado, en primera persona, todo el conjunto de medidas
socio-económicas que configuran la realidad tanto nacional como europea, verdaderos
artífices de tanto despropósito y que no pueden, ahora, presentarse como una
opción crítica a la situación actual.
Una
clase política sorprendentemente incapaz;
incapaz de pensar por sí misma, incapaz
de la más mínima reflexión intelectual para presentar medidas de cosecha propia
y que se limita a obedecer los mandatos de esos grises y deslegitimizados
burócratas europeos del corte de Van Rompuy, Olli Rehn, etc., tan grises y
anodinos como bien mandados por los que, en realidad, dictan esas medidas
perversas.
Sin
embargo, los ciudadanos sí hacen críticas, en mayor o menor medida, tanto a
esas medidas como a la mano ejecutora.
Y
con los partidos oficialistas sorprendidos en fuera de juego, sin nada que ofrecer
a la ciudadanía, surgen nuevas opciones políticas que conectan directamente con
el descontento alzando su voz apuntando directamente a las cuestiones verdaderamente sensibles a
los ciudadanos.
La
evidente consecuencia de todo esto es el descrédito de los partidos
oficialistas y el auge de nuevos movimientos políticos dispuestos a satisfacer
las necesidades ciudadanas.
El
ridículo nivel de los líderes de estos partidos y su nula capacidad de
liderazgo, su ciega obediencia a designios externos, la sistemática defensa de
los intereses de las instituciones financieras en detrimento del bienestar –incluso
el más mínimo bienestar- ciudadano, su manifiesto antipatriotismo por más que
se cuelguen el cartel de salvapatrias, el abuso legislativo que conlleva el vergonzante
desarrollo de un conjunto de leyes encaminadas a su propia autoprotección y a la
de sus verdaderos y oscuros jefes a costa de las libertades individuales más
básicas para un sistema que llaman “Democracia", etc., etc., etc., hacen
que la ciudadanía, harta ya de tanto despropósito, comience a darles la
espalda.
Uno
se pregunta por el verdadero nivel intelectual de estos partidos, que en ningún
momento pusieron coto a los desmanes de sus jefes, que nunca se plantearon el advenimiento
de esta situación y que, ahora, están muy cerca de una muerte inducida por sus
propias acciones, por sus propios méritos.
Curiosamente, estos señores –calificativo
excesivo para estos impresentables disfrazados de presentabilidad- tachan de “antisistema”
a los ciudadanos que manifiestan en la calle su insatisfacción por la actuación
de aquellos que se empeñan en definirse como defensores del pueblo, ignorando
al pueblo, e ignorando asimismo que los verdaderos antisistema son ellos, ante
los que deberíamos organizar una cruzada para eliminarles de todas y cada una
de las instituciones de este país.
Ellos
son los verdaderos antisistema.
Ellos
son los individuos de los que verdaderamente tenemos que defendernos.
Por otra parte, si se analiza los
asuntos que estos partidos debaten en la actual campaña electoral europea, uno no
puede más que echarse a llorar por el ínfimo nivel intelectual desplegado: que
si tú eres un machista, que si hace dos años tú insultaste a un jugador de
fútbol, que si yo soy más intelectual que tú, que si tú dijiste esto, que si tú
dijiste lo otro, etc., etc., etc.
Todo ello al más puro estilo “Sálvame
DeLuxe”.
Tan
patético como injusto para la sufrida ciudadanía española, que no se merece
este atajo de tuercebotas.
Sin
embargo, de los problemas que realmente sufren y afectan a los ciudadanos, ni
una sóla palabra: la generalizada corrupción política y empresarial (porque
parece que se olvidan que detrás de la corrupción de un político hay una
empresa corruptora detrás que, sorprendentemente, se va sin sufrir un rasguño y
dispuesta a untar al siguiente para llevarse “el gran contrato”, el de los
centenares de millones de euros a cambio una corruptela valorada en un par de milloncejos,
mucho para los mortales, migajas para ellos, y desproporcionada en comparación con
el pastel que se llevan: prácticamente, todo el presupuesto nacional); el
impresentable e inaceptable nivel de desempleo en nuestro país; el desastroso, perverso
e inaceptable diseño de Europa; el favoritismo desplegado hacia los estamentos
económico-financieros en claro y flagrante perjuicio de la ciudadanía (los “paganinis”);
el oscurantismo desplegado en las ayudas a las entidades financieras; el mayor
oscurantismo, si cabe, acerca de los motivos reales por los que España soporta
una insoportable –valga la redundancia- Deuda Soberana y que si esto llegara a trascender,
entonces sí que veríamos lo es una ciudadanía enfadada; etc., etc., etc.
Pero
claro, ¿qué van a decir de todo esto?
El
problema -para ellos- es que no pueden decir nada porque tanto el PP como el
PSOE han sido los artífices de adoptar todas las medidas que han llevado a esta
situación, aunque es de justicia admitir que los primeros se han llevado la
palma y son los merecedores de la Medalla de Oro. La Medalla de Oro a la
obediencia a eso que ahora se llama “Mercados financieros”, así como Medalla de
Oro a la traición a la ciudadanía a la que dicen defender.
Por eso desde esta humilde tribuna
proponemos que esta vez se acuda a votar. Es necesario votar ya que es la única
fisura al alcance de los ciudadanos en esta canallada llamada pomposamente Democracia
(y que, si esto es democracia, yo soy marciano).
Sólo “nos dejan” hacer una jugada
cada cuatro años (eso sí, “tutelados” por los medios de des-información).
Del
resto ya se encargan ellos...
Por supuesto: ni PP ni PSOE.
“#niPPniPSOE”.
abap
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